Traducido a español por Caryl Espinoza Jaen

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Citaciones idealistas sobre música llenan los anales filosóficos. Confucio y Plato ambos comentaron, con sus respectivos aforismos como; “La música crea un tipo de placer que la condición humana que, sin ella, no se puede vivir” y “La música es una ley moral”, son imposibles de atribuir definitivamente a ellos. Es más fácil trazar la famosa cita del siglo 19 por Arthur Schopenhauer “La música es el lenguaje del sentimiento y la pasión.” Pero el malhumorado crítico de arte Inglés John Berger quizás lo dijo mejor en 2015: “Una canción narra una experiencia pasada. Mientras está siendo cantada llena el presente … tiene la esperanza de alcanzar a una audiencia en algún futuro. Avanza hacia adelante cada vez más y más lejos.”

Ese espíritu propulsivo y progresivo está vivo en la obra de Larry & Joe. Nacido en Winston-Salem y ahora establecido en Durham, Joe Troop aprendió a tocar bluegrass y old-time cuando era un joven, antes de vivir por una década en Buenos Aires, Argentina, donde dirigió un grupo de fusión musical nominado al Grammy, Che Apalache. Larry Bellorín, mientras tanto, creció 2,100 millas al sur de Punta de Mata, Monagas, Venezuela, donde fue una leyenda de música llanera, música folclórica venezolana amenizada por arpa, cuatro (guitarra pequeña), y maracas.

Forzado al exilio hace seis años por la crisis inmigratoria venezolana, Bellorín aplicó a asilo político y llegó a Raleigh, donde empezó trabajando en construcción mientras reconstruyo su vida musical.

El improbable dúo se conectó a inicios del 2022 con la ayuda de Sophia Enríquez, una profesora asistente en la universidad de Duke, especializándose en la intersección entre la música, migración, e identidad Latina y Apalachina.

Bellorín había acompañado Enríquez durante un concierto en el museo de arte de Carolina del Norte, mientras Troop estaba preparándose para una residencia de un mes en Durham Fruit.

“Larry vino al primer concierto y se unió a tocar el bajo,” Troop le dice a INDY Week The Raleigh Times, donde el dúo tocó una noche de martes en junio. “Después le mandé unas grabaciones improvisadas para aprender antes del siguiente espectáculo. Cuando sacó su arpa, a él le dieron una gran ovación.” Bellorín, que responde en español (traducido sin algún esfuerzo por el bilingüe Troop), sonríe y añade, “De inmediato, había algo muy especial entre nosotros, un tipo de conexión diferente.”

Esa conexión es construida en las sorprendentes características en común que existen entre la tradición de música llanera de Bellorín y la herencia bluegrass de Troop.

“Las dos son representaciones folclóricas de nuestros países,” Bellorín dice. “Las dos son música de instrumentos de cuerdas, y las dos son música de la clase obrera. Teniendo esa similitud, pero de diferentes perspectivas es lo que nos da nuestra propia identidad única.”

Troop recuerda haber conocido músicos llaneros tocando en el metro de Buenos Aires entre 2016 cuando un éxodo masivo de artistas e intelectuales salieron de Venezuela.

“Eran fenomenales,” él dice. “Como, ¡santo cielos de bueno!, pero nunca tuve un chance de trabajar con un músico venezolano a tiempo completo hasta Larry. Es el chance de una vida. Los dos hemos estado expuestos a la tradición folclórica de cada uno, pero ahora estamos verdaderamente buscando una manera de combinar las dos juntas.”

A primera vista, eso viene de adaptar el rítmico para el banjo en las normas de la música llanera como en “Uno no tiene la culpa”—y dándole sazón antigua de favoritos de la música country como “Rollin’ in My Sweet Baby’s Arms” con maracas. La interpretación de “Caballo viejo” por el par, un clásico venezolano grabado originalmente por Simón Díaz, con el cual Troop se ganó un nuevo adorable apodo, El gringo llanero.

“Esa fue la primera vez que música llanera se ha hecho con un banjo,” Bellorín enfatiza. “Con un nivel alto de maestría musical y ejecución. Pero no se trata de complejidad, la cosa más bella fue el amor con el que Joe la tocó.” Troop dice que la osmosis transcultural va en dos vías, citando las funciones carismáticas de Bellorín en arpa y cuatro en la Mount Airy Fiddlers Convention del mes pasado. “Llevo a la gente al llanto”—Troop dice. “La música toca los corazones de la gente en una manera que es indescriptible. No necesariamente sabes que es lo que mueve a la gente a llorar. Pero es simbólico, y los humanos viven y mueren de simbolismo y belleza. Es la única cosa por el cual vale la pena vivir.”

Este concepto esta fundado en la palabra española “inquietud,” Bellorín dice. Troop y él pasaron muchos minutes jocosos tratando de encontrar posibles traducciones en inglés—¿antigüedad?, ¿nostalgia?, ¿inquietud?, ¿reflexión?—antes de aceptar la falta de una perfecta definición. “Ese es el puente que estamos construyendo,” Bellorín dice. “Estamos culturalmente venciendo barreras a nuestra música. El lenguaje no es una barrera porque tocamos en un set bilingüe. Raza y color no son barreras; al final toda sangre es roja. Estamos promoviendo un mensaje de unidad entre las dos tradiciones folclóricas.”

Ellos van a grabar esa mezcla en agosto, donde planean a grabar su primer debut de larga duración con Charlie Hunter, el fenomenal guitarrista y compositor de Durham. Lo más probable es que la grabación sea en vivo para capturar esa electrificante química musical que han creado mientras han dado conciertos en toda Carolina del Norte. Ya sea para los ávidos del bluegrass en Danbury, familias hispanas en Graham, los hippies blancos en Carrboro, o los jóvenes multiculturales en Durham, la mezcla de la elegancia de antaño, el jolgorio del zapateado, y habilidad multi instrumental de Larry y Joe siempre sorprenden al público.

Más importante, los dos hombres dicen, es democratizar a ese público.

“No queremos excluir a nadie que no puedan pagar la entrada,” Troop dice. “Queremos crear espacios donde todos puedan compartir.” Casi todos los conciertos en vivo de Larry y Joe (incluyendo su próximo en The Pour House en Raleigh el 26 julio) dependen en un modelo donde la gente paga lo que pueda. Sorprendentemente, ellos dicen que ha sido un éxito resonante. Muchos de la audiencia vuelan adentros de las puertas solo por el sonido singular de la mezcla llanera-bluegrass, y después dejan $10–$20 en un cubo a la salida de la puerta.

“Sabemos que tenemos que trabajar en los confines del capitalismo”—Troop dice sobre el modelo. “Pero estamos intentando a animar una manera de abordar más igualitaria a la economía usualmente exclusiva de música en vivo.”

Los temas de justicia social siempre han permeado el trabajo de Troop, desde sus días en Che Apalache a su solo álbum de 2021 Borrowed Time. En esa obra críticamente aclamada se muestra solidaridad con inmigrantes mejicanos, políticos afroamericanos progresivos, y comunidades marginadas viviendo en lugares rurales. “Mi canción ‘Hermano migrante’ resonó con Larry,” Troop dice. “Nuestra música tiene más que un mensaje político. Tiene un mensaje de derechos humanos que valoran compartir espacio y aprender sobre las culturas de cada otro. Somos parte de una causa más grande—lo que Cesar Chavez llamó ‘La causa’ y a como se refiere ahora como ‘Nuevo South’. Somos una representación de ese fenómeno cultural.”

Troop dice que el ‘Triángulo’—el hogar para casi un cuarto de la población de Carolina del Norte. Existe 1.2 millones de residentes latinos—es la perfecta base de operaciones para el dúo. Él y Bellorín han organizado talleres bilingües para construir arpas para niños en escuelas. Una organización sin fines de lucro con sede en Hillsborough Music Maker Foundation le han proporcionado al dúo un soporte extensivo, incluyendo un bajo para Bellorín y una sierra de mesa para su lutería de arpas.

“Estamos desarrollando un concepto,” Bellorín dice. “Yo quiero que las arpa que yo construyo sean tocadas por pintores, poetas, y niños. Sus manos son una metáfora para la unidad de nuestro trabajo como constructores de una comunidad cultural.”

Troop se maravilla del hecho que su trabajo con Bellorín empezó porque los dos estaban buscando nuevos colaboradores en medio de la reciente ola del Ómicron.

“Esto ha sido una cosa muy hermosa que surgió de mucha tragedia,” Troop dice. “Nuestra música nos ha ayudado a expresarnos y a sublimar estas experiencias que han sido muy duras para todos.”

Momentáneamente anonadado por esa fiera emoción que el normalmente guarda para el escenario, Troop mira a Bellorín y añade, “Estamos muy suertudos por tener este hombre en Carolina del Norte.” Bellorín le sonríe de regreso, su intuición tácita claramente afilada después de solo unos meses como un dúo. “Música es la lengua universal, la lengua de integración. Y todos lo hablamos. Esto puede ser el comienzo a algo muy grande.” 


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